Conocí a Alexis Ravelo en 1991, hace más de 30 años, en dos cursos memorables de narrativa, en el Centro Insular de Cultura, impartidos por Mario Merlino y Augusto Monterroso. Aquellos años del CIC, antes de su derribo, nos cambiaron a muchos, entre exposiciones de Sebastiao Salgado, lecturas de Eduardo Galeano o conciertos de Pedro Guerra. Alexis se convirtió en escritor y a mi me dio por crear la Cafebrería Esdrújulo, donde cada tanto Alexis nos venía a visitar. Cuando le dije que habíamos hecho un bicipaseo con los escenarios de su libro «La última tumba» me confesó que no sabía montar en bicicleta. El Ayuntamiento organizó aquel bicipaseo y Alexis fue montado en un tuk-tuk. Un gran amigo y un grande en isla pequeña. ¡Lo echaremos de menos!